martes, 20 de enero de 2009

El regreso del odio vivo


Recuerdo la antigua película clase B "El regreso de los muertos vivos". Cadáveres podridos salen de sus tumbas, movidos por una fuerza desconocida, en dirección a los vivos, a quienes buscan para alimentarse de ellos (la tradición dice que de su cerebro). Días antes estuve leyendo fragmentos de un libro simple e interesante, "Los sentimientos enterrados vivos nunca mueren", de Karol Truman. Y en tercer lugar, tuve un sueño: una persona con la que tuve conflictos, pero que concientemente había perdonado y hecho las paces, se mostraba agresiva conmigo, delante de terceras personas. Mi reacción (siempre en el sueño) fue comenzar a gritar e insultarla, amenazarla. Por allí cerca había un hacha y la blandí contra ella. La persona se encerró en un cuarto y del otro lado sentí que gemía y lloraba. Intenté derribar la puerta, siempre insultando enardecido. Después sobrevino una persecución por la casa al mejor estilo de Jack Nicholson en "El Resplandor". Con mis golpes de hacha iba derribando partes de la casa hasta dejarla en ruinas. Al fin alcancé a mi presa y la molí a golpes con el cabo del hacha. Desperté.

El sueño me mostró que mi perdón, benevolencia y polidez eran más que superficiales. QUe dentro de mí, profunda y calladamente, existía una rabia feroz contra aquella persona. Rabia negada, subterránea, y lo peor: no sentida. Sin canal de expresión, este sentimiento bien podría "comer mi cerebro", provocando quién sabe qué clase de perturbaciones en mis pensamientos, sentimientos y acciones. Por lo pronto, una gran distorsión entre lo pensado y sentido "concientemente" y lo que me mostró el sueño (que creo ser la realidad última).

Esto me lleva a pensar el poco control y monitoreo que tenemos de ese substrato mental que suele llamarse "inconciente", "subconciente", etc... un substrato que tiene su propia realidad, que vive en ella y trabaja en ella, y nos afecta, pero que está desconectada de lo que conocemos como "yo", nuestra persona. Inclusive está desconectado de nuestros deseos concientes. Pues era mi deseo conciente no tener pendencias con esa persona ni con nadie, pero esa mente profunda y elemental manda al traste con esa presunta voluntad. Entonces, ¿cuál es mi "deseo"? ¿Reconciliarme con esa persona, o descargar en ella todo mi odio y resentimiento acumulado? Por ahora respondo que ambos. ¿Y cuál tiene más poder? ¿Se bloquean como dos personas encadenadas que siguen rumbos opuestos?

Por ahora, mi búsqueda y mis interrogantes giran en torno de cómo modular ese mundo secreto y oscuro con nuestro mundo de luz, que es la conciencia, para conseguir más unidad interna y evitar tantas contradicciones, que son sin duda un obstáculo para la evolución en cualquier dirección que tomemos. Entonces celebro tener una forma de descubrir esa realidad oculta, ni que sea en sueños, y no simplemente mascararla con enunciados superficiales, mientras en el fondo sigue trabajando para un día emerger y "comerme el cerebro".

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