jueves, 16 de abril de 2009

La leyenda del indomable


El título es el de un western protagonizado por Paul Newman. Muy buena película por cierto. Pero lo que me inspira ahora es algo más universal, el espíritu indomable que todos llevamos. Y es leyenda pues lo conocemos de oídas, por mitologías, indirectamente, sin saber que está en nosotros, que somos nosotros. En mi caso, no estoy a muchas generaciones de distancia de aquellos celtas que peleaban desnudos con el cuerpo pintado, aullando. El indomable emerge de vez en cuando, tímidamente, algo ahogado y descolocado por los modos de la sociedad actual. Pero nunca domado. Si ha aprendido, es empeñoso, luchador y entusiasta, paladín y justiciero. Si no, es cruel, egoísta y gratuitamente violento.

Dos poemas que dan testimonio de este aguerrido ser:

INVICTUS

En la noche que me envuelve,
Negra como la vorágine infinita,
Agradezco a cualquier divinidad que sea
Por mi alma invencible.

Oprimido por las circunstancias
Ni siquiera vacilo o lloro en voz alta.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza sangra pero no se doblega.

Más allá de este lugar de odio y lágrimas
Incumbe sólo el horror de la sombra,
Sin embargo la amenaza futura
Me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecho es el pasaje
O cuán pesada la sentencia,
Soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

(William Ernest Henley)

¡AVANTI!

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por la ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obcecación asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
cinco minutos antes de su muerte!

¡PIU AVANTI!

No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
acomete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
como Lucifer, que nunca reza;
como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

¡Que muerda y vocifere vengadora,
rodando en el polvo, tu cabeza!

(Almafuerte)

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